Escribir sin ganas. Salir de casa con lo puesto, la sonrisa despeinada y la mirada perdida.
Coges el móvil y no haces más que poner esa canción una y otra vez.
Hoy sales. Sin ganas, ni excusas. Te dejas envolver en el bullicio de la noche. Llegas al bar de siempre. Tus pensamientos se sumergen, ves como se ahogan en tu copa.
Te paras a analizar el entorno que te rodea. Ves al típico paga-fantas baboso, mirando con lascivia a cualquier hembra que se interponga en su camino.
Ves a las chicas que bailan luciendo sus dotes. Huele a lujuria, con mezcla de sudor. Parece una jungla.
La noche, revela sus instintos más animales.
Nunca entendí eso de provocar y ponerle las tetas en la barra a cualquiera que busque unos minutos de placer. Si está por venir, vendrá.
Tus pupilas comienzan a dilatarse, las luces se vuelven estelas. Es como si flotases. Te dejas embriagar por los llamativos colores.
Vas al centro de la pista. Te dejas envolver. Luces, hedor a lujuria, y tu canción.
Esa puta canción que no hace más que ecos en tu mente. Te sumerges en otra dimensión.
Hoy no necesitas más, no quieres más.
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